Carl is 73. (name changed for privacy) He comes to the gym in sunglasses, a grimace, handlebar mustache, cane and a brace on his leg. He’s definitely got a “Don’t mess with me” vibe. One day I used a stationary bike next to him and, well, I guess he wasn’t as mean as he seemed because he started talking to me nonstop. And Carl has talked to me nearly every day since then.
One morning I walked into the gym feeling especially reclusive. I REALLY didn't want to talk to anyone. I had had a hard week and didn’t feel like it. Then it happened. I felt a prompting from the Spirit to go use the bike by Carl. “Ugh, This is MY time!” I thought as I safely pedaled on my secluded bike in the other room. But eventually, I couldn’t deal with it anymore. The Spirit won. “Fine.” I said. “But I'm not going to talk.”
Well, we somehow ended up discussing how to handle disputes with other people. Carl’s stance was “Put your foot down and let people know they can’t mess with you!” I don’t usually voice my opinions to strangers but I felt like I was supposed to and I was comfortable with Carl now. I told him I thought we should always be kind because that’s what will fix this world and that’s what Christ would do. He playfully teased me about using that WWJD stuff. I laughed it off but honestly felt a little embarrassed for saying it.
Then the next morning, I was doing some intense cardio when Carl came through the front door of the gym, hobbled determinedly straight for me and blurted, “You know what? I’ve been thinking about what you said yesterday about Christ. Do you remember when He overturned all those tables at the temple? He laid down the law! See?!” Still out of breath, I laughed. What a great feeling. He had thought about the Savior during his day because I didn’t ignore the Spirit. I took a risk and said what I said.
When we don’t want to follow promptings, that’s when we should. When we don’t want to lift up our voices in His name, that’s when He needs us. That’s how we make a difference. That’s how we gather Israel.
“And who receiveth you receiveth me; and you shall have power to declare my word in the demonstration of my Holy Spirit.” D&C 99:2
-Lindsay Heinzen
Traducir por Hno NeVille
Carl tiene 73 años. (Nombre cambiado por privacidad). Viene al gimnasio con gafas de sol, una mueca, bigote de manillar, bastón y un aparato ortopédico en la pierna. Definitivamente tiene una vibra de "No te metas conmigo". Un día usé una bicicleta estática a su lado y, bueno, supongo que no era tan malo como parecía porque empezó a hablarme sin parar. Y Carl me ha hablado casi todos los días desde entonces.
Una mañana entré al gimnasio sintiéndome especialmente solitaria. REALMENTE no quería hablar con nadie. Había tenido una semana difícil y no tenía ganas. Entonces sucedió. Sentí un impulso del Espíritu de ir a usar la bicicleta de Carl. "¡Uf, este es MI momento!" Pensé mientras pedaleaba con seguridad en mi apartada bicicleta en la otra habitación. Pero eventualmente, no pude lidiar más con eso. El Espíritu ganó. "Multa." Yo dije. "Pero no voy a hablar".
Bueno, de alguna manera terminamos discutiendo cómo manejar las disputas con otras personas. La postura de Carl fue "¡Pon tu pie en el suelo y hazle saber a la gente que no pueden meterse contigo!" No suelo expresar mis opiniones a extraños, pero sentí que se suponía que debía hacerlo y ahora me sentía cómoda con Carl. Le dije que pensaba que siempre deberíamos ser amables porque eso es lo que arreglará este mundo y eso es lo que haría Cristo. Juguetonamente se burló de mí por usar esas cosas de WWJD. Me reí, pero honestamente me sentí un poco avergonzado por decirlo.
Luego, a la mañana siguiente, estaba haciendo algo de cardio intenso cuando Carl entró por la puerta principal del gimnasio, se acercó cojeando con determinación y me soltó: “¿Sabes qué? He estado pensando en lo que dijiste ayer sobre Cristo. ¿Recuerdas cuando volcó todas esas mesas en el templo? ¡Él puso la ley! ¡¿Ver?!" Aún sin aliento, me reí. Qué gran sentimiento. Había pensado en el Salvador durante su día porque no ignoré al Espíritu. Me arriesgué y dije lo que dije.
Cuando no queremos seguir las indicaciones, es cuando deberíamos. Cuando no queremos alzar la voz en Su nombre, es cuando Él nos necesita. Así es como marcamos la diferencia. Así es como reunimos a Israel.
“Y el que os recibe a vosotros, a mí me recibe; y tendrás poder para declarar mi palabra en la demostración de mi Espíritu Santo ”. D. y C. 99: 2
-Lindsay Heinzen
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